A veces el alma se cansa de fingir que todo está bien.
Sonreímos por fuera mientras por dentro cargamos silencios, heridas, recuerdos y culpas que nos pesan más que cualquier mal físico.
Pero hay un lugar donde el dolor se convierte en paz: en los brazos de Dios.
No importa lo que hayas vivido, lo que hayas perdido o cuánto hayas fallado; Dios no ve tus ruinas, ve tu reconstrucción. Él no te pide que llegues perfecto, te pide que llegues dispuesto a dejarte amar, a soltar lo que duele y permitir que Su presencia sane lo que el mundo rompió.
Amar a Dios es un proceso.
Es aprender que el amor de Dios no solo perdona, también restaura. Él entra donde nadie más puede entrar: en lo más profundo del corazón humano.
La sociedad nos enseña a correr, a tapar, a distraernos… pero Dios nos invita a detenernos, a respirar y a sentir Su voz que susurra: “No temas, Yo estoy aquí”.
Cuando permites que Él toque tu corazón, es cuando por fin comienzas a vivir.
“CUANDO NO PUEDAS MÁS, DEJA QUE DIOS SEA TU FUERZA.”
“Mi corazón te busca, mi alma tiene sed de Ti.”
(Sal 63, 1)
Big Bang del Alma
Vacío, sombra, penumbra.
No existía nada más a mi alrededor.
Tenía los ojos abiertos,
pero me era imposible ver.
Sabía que tenía corazón,
pero… ¿acaso latía?
En mi sien una bomba de tiempo
hacía eco en su cruel tic-tac.
Flotando en la soledad me preguntaba:
¿de qué sirve tener un alma
si esta no da señales de vida?
En mi deambular vi una estrella fugaz,
pero, la inconsciente, se acercaba a mí sin cesar.
¿Tenía dirección o rumbo alguno?
Porque, por más que cambiaba mi lugar,
ella me seguía sin dudar.
Solo era cuestión de tiempo
para que llegara mi final.
Pero… al estallar en mi pecho,
sentí la culminación de dos átomos chocando,
un Big Bang microscópico, celular.
Cada neurona, cada ligamento muerto
comenzó a despertar.
En mis venas, sangre sentía fluir,
mis pulmones podían exhalar,
y el hueco en mi corazón
encontró su lugar.
¡Estaba vivo!
Solo faltaba
que dejara a Dios entrar.
-Angel de Anda Muñoz
Hay una voz suave que espera ser escuchada, una presencia que no se impone, pero que transforma todo cuando se le abre el corazón. Es Dios, que no viene con ruido ni exigencia, sino con un amor tan profundo que disuelve el dolor sin palabras. En Él, la vida encuentra una luz distinta: la mirada se vuelve más clara, el alma más libre, y el corazón aprende a amar sin medida.
Acercarse a Dios no es perderse, es encontrarse. Es volver a sentir que cada día tiene sentido, que no caminamos solos, y que el amor puede sanar incluso lo que parecía imposible. No es IMPOSICIÓN, es relación; no es deber, es encuentro. Deja que su presencia te habite, que su voz te despierte, que su amor te devuelva la paz que el mundo no puede dar. Porque cuando el alma se abre a Dios, todo vuelve a florecer.
Solo soy un simple mortal intentando ayudar a otros, pero dispuesto a dar el corazón por los demás. Si necesitas un consejo, una mano amiga o algún tipo de ayuda contáctanos o envía un mensaje por Instagram (@angelmnz__).